domingo, 28 de noviembre de 2010

¿Qué es el trabajo etnográfico?

Por la cantidad de enfoques que se le da y por la amplitud del término, cuesta definir lo que es la etnografía bajo una sola acepción, por lo tanto intentaré desambiguar mediante la utilización de reconocidos autores el concepto, a ver qué resulta.

En un principio se asociaba el trabajo de campo en antropología a la observación y el estudio de las culturas llamadas exóticas, en búsqueda de conocer la relación que tenían éstas con el común de la humanidad, pero siempre viéndolos como atrasados o inferiores. En algunos casos se estudiaba tan sólo a pueblos analfabetos, quizá por su incapacidad de dejar registro escrito de su cultura, pero aún así continuando la idea de inferioridad. Para responder a la interrogante sobre la relación entre los unos y los otros, y varias más, se necesitaba información procedente directamente de estos pueblos, lo cual significaba un gran problema para los investigadores, que frecuentemente debían adentrarse en culturas de las cuales desconocían idioma y costumbres, además de el hecho que de las primeras investigaciones (y tal vez aún en las de hoy) más que certezas, de los trabajos se desprendían aún más preguntas, las cuales requerían de nuevas investigaciones y así se fue complejizando el trabajo de campo. Aún así se veía a los salvajes como nada más que esto, salvajes, y no se daba cabida a pensamientos que integraran o que mostraran como iguales a salvaje e investigador. Se comenzó entonces a tratar de entender a estos grupos a través de distintas formas: Los etnógrafos se instalaban a vivir con estos grupos e intentaban saber todo lo que podían de manera detallada y exhaustiva, realizaban árboles genealógicos con el fin de entender sus formas de organización, etc. El que recolectaba la información y el que la analizaba se necesitaban mutuamente, el trabajo de campo tomó gran importancia y “así, un período que comenzó con la clara división entre el experto y el recolector, culminaba con la reunión de ambos como base del conocimiento in situ y del prestigio disciplinar” (Guber: 2001, 26). Al ver como, por el intercambio o por otros métodos un tanto más violentos, estas culturas comenzaban a desaparecer de a poco, se hizo aún más necesario intentar rescatarlas de alguna manera, y así el trabajo de campo también empezó a cumplir este rol. Y de esta forma se fueron dando diferentes transformaciones en este ámbito, de las cuales el trabajo de campo fue el canal. Fue con Malinowski que se marcó un hito y un modelo a seguir en lo que a trabajo de campo se refiere, el cual“hizo evidente la diferencia entre “describir” y “explicar”, y los pasos necesarios para que una descripción no fuera invadida por la teoría y el mundo cultural del investigador” (Guber: 2001, 30), y le tomó gran importancia a los sucesos y comportamientos típicos de la vida cotidiana y al punto de vista nativo. Se destacó también como importante la presencia del ahora llamado “etnógrafo” en el lugar mismo, puesto que ésta era la única forma de obtener datos confiables, sin mediaciones. Esto con el fin de conocer de verdad lo que la gente hace, y no lo que dice que hace, cultura real e ideal respectivamente. Sólo estando allí y viviendo en la cotidianidad se podía otorgar al mismo tiempo los datos recopilados y la legitimación de estos mismos.

Así el trabajo etnográfico fue tomando la forma con la que lo que vemos hoy, predominando en el estudio de las distintas sociedades dos paradigmas: Positivismo, el cual propugna la idea de las ciencias y procede según la lógica del experimento, busca establecer leyes universales, se tiene una objetividad científica, existe un distanciamiento entre el investigador y el objeto investigado, ve la realidad como algo externo y de busca medirla y cuantificarla; por su parte, el naturalismo tiene como objetivo entender, comprender la realidad, intenta establecer una relación con los ahora sujetos de estudio, relacionándose con estos, describir y cualificar mediante observación participante y entrevistas, herramientas básicas del trabajo de campo, y ver la realidad como construida activamente por los sujetos en cuestión. Es aquí donde aún se debate sobre el efecto que causa el investigador sobre su objeto de estudio, y según positivistas se debe estandarizar los procedimientos y para los otros la solución es la experiencia directa con el mundo social. Se debe admitir que “la reflexividad del mundo social tiene varios efectos en la investigación social” (Guber: 2001, 47), teniendo el concepto de reflexividad cono el reflexionar, tomar conciencia de los conocimientos teóricos previos que posee el investigador, y teniendo claro que éste proviene de una cultura y que la población estudiada posee la suya propia. Se deben controlar estos conocimientos para dar paso a un desarrollo del trabajo etnográfico adecuado. El etnógrafo debe convivir y participar en las distintas instancias de la vida de la población para, funcionalmente, ser uno más. Se debe transitar de la reflexividad del investigador a la propia de los pobladores, puesto que es en el proceso de interacción cuando realmente son transmitidos los conocimientos, cuando el investigador debe ver el mundo desde otra perspectiva.

Otro aspecto a considerar es el hecho de que las culturas van cambiando y modificándose constantemente, hecho que nos demostrará la misma descripción detallada de una población específica, puesto que “las actividades del individuo están determinadas en gran medida por su entorno social, pero a las vez, sus propias actividades influyen en la sociedad en la que vive, y pueden causar importantes modificaciones en su forma” (Bohannan: 2007, 97). Pero también así como el individuo puede modificar la sociedad, existen rasgos fundamentales en común a todas las culturas y que se han mantenido en el tiempo. Estos rasgos comunes suelen asociarse a una supuesta historia común, sin embargo pueden haber surgido también de manera independiente. Pero para descubrir tanto una afirmación como la otra debe recurrirse a diversos métodos para observar, aislar y clasificar las causas externas o internas que los anteceden y luego intentar relacionar estas condiciones, o, en su defecto, formar ideas que intenten dilucidar los razones de la existencia de estas ideas universales, con la dificultad que se tiene de comprobarlas. No obstante, la observación de estas características universales de los pueblos logra establecer dentro de un mismo estadio a las sociedades que antes se llamaba primitivas o salvajes y a las supuestamente modernas y civilizadas. Se pone “como fin la observación de las sociedades; como objetivo, el conocimiento de los hechos sociales” (Mauss: 2006, 21) y para lograr esto se debe ser completo y detallado en las descripciones e intentar comprender por entero las causas y los objetivos de cada hecho, además de las relaciones de los hechos entre si. La etnografía comparada para adquirir valor debe centrarse en los hechos, no en las culturas.

Existen en el trabajo etnográfico muchas situaciones que resultaran dificultades para el investigador, por lo que debe tener cuidado en no caer en cuestiones como mostrarse incrédulo o superficial frente a lo que observa, con lo que resurge el tema de la reflexividad. Además debe tener en cuenta que la lengua, además de ser un elemento fundamental dentro de una cultura, resulta también un inconveniente en este tipo de trabajo, puesto que existen términos sin traducción exacta de una lengua a otra, lo que deriva en una gran complicación y tal vez un aspecto que no podrá ser abarcado por la investigación de la cultura estudiada. Se debe por esto recurrir a intérpretes, pero también a todo tipo de informantes que puedan aportar datos relevantes para la investigación. Otro aspecto del trabajo etnográfico a mencionar es que se suele desestimar el valor de los objetos, olvidándose a veces el investigador que estos también son reflejo de la cultura.

Se debe además ser objetivo al exponer y al observar, trabajar frecuente, constante y exhaustivamente, intentar describir lo más detalladamente todo lo que se sabe y analizar en profundidad, abarcar todos los aspectos posibles que constituyen la vida del grupo, desde su lengua hasta su relación con el entorno, exponer claramente e intentar graficar y/o diagramar la información, para no recurrir a una extensa narración de lo observado, lo cual debe ser expresado elocuentemente y con la mayor propiedad posible, lo que significa que el trabajo debe haberse realizado exhaustivamente por el investigador para mostrarse legitimo y veraz.

La etnografía intensiva suele ser preferida frente a la extensiva, que consiste en “ver a la mayor cantidad de gente en un área y tiempo determinados” (Mauss: 2006, 29), puesto que se observa con mayor profundidad. El observador debe respetar las proporciones de cada fenómeno social, sabiendo determinar diferentes categorías. Frente a esto se deben considerar distintos métodos y técnicas. Se debe llevar un diario de ruta que será registro permanente de las jornadas de trabajo, también se debe establecer un inventario de los objetos recolectados, cada uno de los cuales debe tener una ficha descriptiva que exprese su uso y fabricación, además de su valor no sólo técnico sino religioso o mágico. Se debe hacer registro de todo lo que acontezca y con todos los recursos posibles, así no sólo se tendrá a la disposición el testimonio de lo vivido, sino también registro más exacto de la cultura y con esto mayor posibilidad de análisis por parte de personas externas a la observación. Entrevistas también pueden constituir importante testimonio, pero sin duda es la observación participante, el “estar ahí” lo que evidencia de mejor forma a los ojos del investigador cómo ocurren realmente las cosas, y sus repercusiones dentro del grupo o de la sociedad. El trabajo de campo, con todo lo que significa, viene a determinarse entonces como una herramienta básica y fundamental dentro del estudio antropológico, siendo, aún con sus dificultades, que no son pocas ni de relevancia menor, un pilar fundamental para el desarrollo de todo el proceso que constituye la antropología, y además contribuyendo de manera también importante en otro tipo de estudios, como son la sociología, la museografía y otros tipos de análisis referentes al ser humano.


Bibliografía.
Bohannan, Paul y Glazer, Mark. “Antropología: Lecturas”. Editorial McGraw-Hill. Madrid, España. 2007.
Guber, Rosana. “La etnografía: Método, Campo y Reflexividad”. Grupo editorial Norma. Buenos Aries, Argentina. 2001.
Mauss, Marcel. "Manual de etnografía". Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Argentina. 2006.

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